13/10/14

"Mille, mille, mille occidit!"


Y el cielo, 
¡oh!, el cielo
ha escrito 
mil verdades...


·


“Son otras voces, otros ámbitos”,
repite tan cerca de mi oído
que hasta mi más profunda biología
se erige oyente y espectadora.
“Aquí el amante, allá a lo lejos
tiernos restos de su carne,
repite tan cerca de todo aquello
que apenas me compone.

¡Despierta maldito, despierta
y disfruta del gris espacio
que forman las toscas paredes
de mi habitación! ¡Despierta
y conjura el pronombre del silencio
sin nombrar el sexo del enfermo!

Recuerdo nombres y días,
fechas y personas desaparecidas
en lejanas y hermosas bahías.
¡Sé que el magnicidio asoma
entre los humildes huecos
de mi muralla, como un idioma
que resulta imposible comprender!
Estoy desnudo ante los ojos
de Dios, ante el mar y ante
mi entrañable diablo, desnudo
y bañado en frescas cenizas
de origen humano. ¡Por fin aquí,
por fin en el cruento camino
de las mil quinientas verdades,
de la calumnia y la soberbia!

“Son otras voces, otros ámbitos”,
frase popular entre los hijos
del Aqueronte que aún muertos
por miles y miles y miles
dominan las yermas llanuras
de mi virgen y tímida Europa.

El Oráculo de Dodona habla sobre
hombres arrogantes y malignos
que extienden sus frías garras
por olvidados dominios femeninos.
¡Yo soy uno de esos hombres arrogantes
y malignos, pero mis manos
no se atreven a rozar otras pieles
o recorridos de cabellos ajenos!
¡Yo, que jamás seré relegado
u olvidado en las reuniones familiares
por compañeros de sangre y fluidos,
piel y carne, pero no ideas!
Afirma que vivo y he de vivir
como el maldito ser animal
y estepario que siempre deseé
llegar a ser, oculto y protegido
por la regia y divina Dione.
¡Yo, el perfecto inmaculado!

“Aquí nacen los huesos del mundo.
Has jurado morir por sus columnas,
has sacrificado una vida de honra.
Son otras voces, otros ámbitos
defendidos por las férreas falanges
del hombre mortal, compatriota”,
como si las pitias, elegidas y señaladas,
entendieran el mensaje de la diosa madre
que miles y miles y miles ha orientado
con exquisito verbo, pero no a mí.

¡He sacrificado toda una nación
en tu nombre! ¡Niños y ancianos
ahora forman parte de tu reino!
¡Soy Narciso y Alejandro Magno,
así que dímelo, he de conocer
el nombre de mi futuro asesino,
he de prepararme para ser yo
quien forje y para mí proclame
la eterna y dorada corona del Olimpo!

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